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CARTA A UNA AMIGA

Estimada Amiga

Fue muy grato recibir tu invitación, sentí el placer del alago.

Bien, te cuento, en el año 1982, me fui a trabajar en una oficina de arquitectura en Santiago,

arrendamos una casa de tres pisos, desprevenido de los arranques de locura de la tierra con raíces y un hongo, no más grande que la cabeza de un alfiler pero, pero de grandes fiebres, se preocuparon de que volviera a Rancagua, a la ciudad sin nombre, y yo sin número, los dos nos preocupamos de hacer conexiones, la ciudad se preocupó de la dulzura del plan regulador y su gente y que aún no existía la exquisita depredación por la tierra urbana, los terrenos podían ser grandes, cosa que hoy no me parece bien, la abundancia no es ingeniosa, es egoísta, golosa, pero no puedo negar que es también es exquisita, yo soñaba con semáforos y tacos, invitaba a Profesores de la Universidad a hacer celebraciones en Machali y Pichilemu, colocábamos palabras en las Municipalidades y en las carpetas universitarias, la vanidad inventa fachadas falsas, de hasta diez coma cinco metros de altura, de ahí, como existía dinero, llego el tiempo de Hunter Douglas, del mall y lo más importante, tecnología, podíamos estar, en el mismo instante en Valparaíso, Sewell y Cáhuil , se estaban construyendo los bordes de la Ciudad del Pacifico.

Después de las ciudades, nos fuimos directamente al Conservador de Bienes Raíces, poesía delirante, escrita como nombre de calle, escrita en tarjetas postales, en recibos de la CGE, en cobranzas judiciales, en derechos a entrar a la autopista, en ramos de flores para la novia y los muertos, en fin, un libro de poemas tatuados sobre la mismísima legislación. Amiga, yo no he hecho grandes obras, pero tengo el orgullo de haber anunciado el Océano Pacifico y de escribir palabras sueltas en el Conservador de Bienes Raíces.

Ahora estoy en un proyecto con números invisibles.

Un Beso.

Eric Enrique Ungerer Massera

Arquitecto

PD: Tu amable carta, entre líneas, parece que preguntabas, que, si me gustaban las formas de los caprichos, de los niños, de los peces, de los amigos, de la soledad, de las bicicletas, de las mujeres, no lo sé, lo único que te puedo decir que las puedo dibujar y pintarlas con lápices de colores.

LA CIUDAD DEL PACIFICO POEMAS INSCRITOS EN EL CONSERVADOR DE BIENES RAÍCES

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